Como canta Cafrune: "con
su
permiso me voy adentrar aunque no soy convidao, pero en mi pago
un asao no es de naide y es de todos. Yo voy a cantar a mi modo
después que haya churrasqueao".
Nací en 1967, es
decir, en el antiguo régimen, por lo que no soy lo que se podría
llamar un "demócrata nativo", como mis hijos. Tengo a gala que las
primeras elecciones generales en España coincidieron con mi
cumpleaños. Desde que cuento con la edad legal, he participado en
todos los comicios, caiga sol o agua.
Mi educación fue
excelente. Lo mejor que le debo a mis padres. Bajo el modelo
Villar-Palasí de E.G.B., B.U.P. y C.O.U. Con clases de a 40 por
aula pero sin nada que reprochar; muy al contrario, agradecido. En
la Universidad, la de mi ciudad -Pamplona para más señas- opté por
Periodismo. Cinco años en una facultad de gran prestigio.
El 92 -¿recuerdan la
expo y las olimpiadas?- vio mi primera incorporación al paro. En
el 93 paso a tener nómina de cien mil pesetas -hoy sería
mileurista- en otra ciudad. Poco más de dos años y me reincorporo
al paro, esta vez cobrando. Se acaba. Me convierto, hasta hoy, en
empresario a la fuerza, es decir, autónomo; esta vez sin cobrar y
teniendo que pagar IAE. 1997. Van mejorando las cosas; me caso.
Desde entonces: cinco
hijos, una vivienda habitual, más canas, flotador que aumenta por
veranos, etc. A temporadas buenas unas y malas otras, como la de
ahora. En fin, lo que todos. Y siempre junto a mi mujer.
Desde que tengo hijos,
han votado siempre por mí. Es cierto, yo pongo el DNI y elijo las
papeletas; pero ellos las meten en los sobres y en las urnas. Es
un ritual festivo para ellos..., para todos: Misa, voto, chuches y
a comer con los abuelos. Inconscientes del ejercicio de libertad
política que realizan, saben que participan en algo importante;
algo "se cuece" en esa vulgar caja de metacrilato, en esa
atmósfera generalmente tediosa de colegio electoral. Incapaces
casi de pronunciar la palabra "democracia", sueñan con poder un
día introducir su propio voto... espero que con sus hijos.
Por terminar como
empecé, con Cafrune, maestro de lo sencillo extraordinario: "amigos,
voy a dejarlos, que está mi parte cumplida (...) canté de manera
llana ciertas cosas de la vida. Ahora me voy, no se a dónde. P'a
mi todo rumbo es bueno".
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